La leyenda de Pedro e Inês, la más bella, dramática y trágica historia de amor de Portugal.

El infante D. Pedro, hijo del rey D. Afonso IV, era el futuro rey de Portugal. Como era habitual en las familias reales de aquella época, el matrimonio era una cuestión política, no romántica, por lo que D. Pedro se vio pronto obligado a casarse con Constanza Emanuel, una noble castellana.

Entre las damas de compañía de Constanza estaba Ines de Castro, una bella mujer, hija de un poderoso noble gallego. El príncipe se enamoró de ella inmediatamente e Ines respondió al sentimiento.

Fui ahí, en una altura en la que la peste negra devastaba vidas en Portugal, que comenzó el romance portugués más famoso.

Este romance se hizo público rápidamente y Doña Constanza, en un intento de ponerle fin, invitó Doña Ines a ser la madrina de su primer hijo, ya que en ese momento, esa ligación espiritual hacia que su romance fuese incestuoso a los ojos de dios.

Sin embargo, esto no detuvo a D. Pedro, ya que nada ni nadie podía separarlo de su amada.

Este romance fue muy mal visto por el rey D. Afonso IV, no solo por razones diplomáticas, sino también, debido a la supuesta amistad entre D. Pedro y los ambiciosos hermanos de D. Ines, ambos con ansias de poder.

Ante esta situación, el rey Afonso IV ordenó, en 1344, expulsar a D. Ines de la corte y la obligó a abandonar el país.

Ella se refugió en el Castillo de Albuquerque, cerca de la frontera portuguesa. Pero la distancia no pudo con este amor, ya que los dos amantes continuaban su historia en secreto.

En 1354, D. Constanza murió al dar a luz a su tercer hijo, el futuro rey D. Fernando. Finalmente, D. Pedro fue liberado de la carga del matrimonio y envió a su amada de regreso.

Ambos se instalaron en una quinta situada en Moledo, cerca de la Serra del Rei, donde vivieron momentos felices y tuvieron a sus 3 hijos, D. Afonso, D. João y D. Dinis.

Sin embargo, la gente del pueblo no veía con buenos ojos aquella relación, llegando incluso a culpar a la pobre Doña Ines de la aparición de la peste.

Por ello, D. Pedro decide partir con Doña D. Ines e instalarse en la Quinta do Canidelo, la actual Vila Nova de Gaia, donde nació su hija Doña Beatriz.

Después de unos años, los dos amantes se mudan a Coimbra, a una granja cerca del Monasterio de Santa Clara.

Durante todo este tiempo, el rey seguía desaprobando este amor adultero, viendo con recelo la existencia de los bastardos de D. Pedro, considerándolo un mal presagio para la independencia del país.

Sus consejeros, temiendo que los ambiciosos hermanos de la gallega atentaran contra el legítimo heredero del trono, si Doña Inés se convertía algún día en reina, presionaron al rey para eliminar esta amenaza, poniendo fin a la vida de la dama gallega.

Es así, como el 6 de enero de 1355, Ines es sentenciada a muerte en un juicio realizado en el Castillo de Montemor-o-Velho. Al día siguiente, el rey D. Afonso IV se dirigió a Coimbra, acompañado por sus consejeros armados.

Cuenta la leyenda, que esa misma mañana había sucedido algo extraño. Don Pedro había planeado ir a cazar, y justo cuando él y sus hombres estaban a punto de partir, un viejo perro negro de aspecto feroz se separó de la manada y enfurecido sin razón aparente, corre hacia Doña Ines listo para atacar.
D. Pedro, avanza rapidamente para proteger a su amada y, con un solo golpe, degolla a la bestia que cayó a los pies de Ines, salpicando su vestido de sangre.
Aunque creyeron que era un mal presagio, D. Pedro finalmente decide irse de caza, dejando a una temerosa Ines sola.

Es aquí, cuando el rey Afonso IV y sus consejeros entran al palacio y, a pesar de las súplicas y gritos de sus hijos, decapitaron a la bella Ines.

Como era evidente, el asesinato de D. Ines tuvo un efecto violento sobre D. Pedro, quien levantó un ejército contra su padre, el rey.
Comienza así un conflicto armado que duró meses, hasta que su madre, la reina D. Beatriz intervino, haciendo que ambos sellaran la paz.

Dos años después, en 1357, Afonso IV muere y el infante asciende al trono. Ahora, D. Pedro convertido en Rey, solo quiere vengar la muerte de su amada.

Fue entonces, cuando mandó a buscar a sus asesinos, antiguos consejeros de su padre, para su inminente muerte.
Encontraron a dos de ellos y fueron entregados al Rey en Santarén, y éste, sediento de venganza ordenó la preparación de un banquete en cuanto mandaba a atar a los prisioneros a un poste.
De inmediato, ordenó al verdugo  que retirase a uno el corazón por el pecho y al otro por la espalda, mientras el observaba y festejaba.

Pero esta no fue la principal parte de su venganza. En Junio de 1360, declaró en Cantanhede, ante testigos, que se había casado en secreto con D. Ines en 1354, legitimando así a los hijos de la pareja y legalizando el matrimonio, lo que significaba que D. Ines era una reina póstuma y debería ser tratada como tal.

El Rey hizo construir una hermoso túmulo en Alcobaça, para recoger los restos mortales de quien, según él, era su esposa y a quien quería dignificar después de su muerte.

Imagen: Biblioteca de Arte / Art Library Fundação Calouste Gulbenkian

El 2 de abril de 1361, el cuerpo de D. Ines de Castro fue trasladado del Monasterio de Santa Clara de Coimbra al Monasterio de Alcobaça, acompañado por un cortejo de más de mil hombres y mujeres con velas encendidas.

Monasterio Alcobaça
Foto: Flickr-Guillaume Colin & Pauline Penot

Según cuentan, el rey situó el cadáver de D. Ines en un trono, colocó la corona real en su cráneo y obligó a todos los nobles, bajo amenaza de muerte, a besar la mano de la Reina muerta.

En enero de 1367, Don Pedro falleció, dejando ordenado en su testamento colocar su cadáver en un túmulo que había construido junto al de su amada.

Los restos de ambos todavía yacen justos, uno en frente del otro hasta la eternidad…

Foto: Flickr-Pedro- Túmulo Doña Ines
Foto: Flickr-Pedro – Túmulo Don Pedro

Deja una Respuesta

  1. Los 5 paseos más Románticos en el Oeste de Portugal - Oestanguapo - Actividades

    […] Situado en Alcobaça, en la confluencia de los ríos Alcoa y Baça, es un espacio que evoca el amor imortal de Pedro e Inés. […]